El 17 de octubre es el Día de la Lealtad, en el que se conmemora la enorme movilización obrera y sindical producida en Buenos Aires en 1945 para exigir la liberación de Juan Domingo Perón.
En octubre de 1945 Perón ocupaba los cargos de Vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión Social. Durante dos años se había encargado de promover los derechos de los trabajadores a través de reformas en la legislación laboral. Algunas de ellas son el establecimiento del salario mínimo, seguro social y jubilación, aguinaldo, vacaciones pagas, indemnización; la creación de tribunales de trabajo y convenios colectivos de trabajo; y la derogación de un decreto anterior de regulación de las agrupaciones profesionales, que limitaba mucho el funcionamiento de los sindicatos.
A raíz de constantes enfrentamientos de Perón con la cúpula militar, los primeros días de octubre de 1945 ésta, presionada también por la oligarquía, los grandes poderes económicos y los partidos políticos, le exige su renuncia al gobierno. Perón acepta y al día siguiente, 10 de octubre, da un discurso desde el balcón de la Secretaría de Trabajo, transmitido también por radio, en el que anuncia su retiro. Asimismo, informa que ha dejado firmados dos últimos decretos: uno es el nuevo régimen de asociaciones profesionales; el otro se refiere a la implantación del salario móvil, vital y básico y otros derechos importantes del trabajador. Este acto lleva a la decisión del gobierno de ordenar la detención de Perón y a firmar el decreto por el que se llama a elecciones para principios de 1946. Perón es llevado preso e incomunicado a la Isla Martín García el 13 de octubre.
Los días siguientes se suceden varias reuniones entre las distintas facciones de las fuerzas armadas y también representantes de los partidos políticos, con la intención de ver cómo frenar el malestar que ya se estaba gestando en gran parte de la población y cómo llegar de la mejor manera a las elecciones. La Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista coincidían en dejar el gobierno en manos de la Corte Suprema de Justicia, renegando de Perón y la dictadura militar. Pero por otro lado, las fuerzas armadas no querían dejar el gobierno en manos de la oligarquía que representaba el poder judicial y deseaba un fin a su gestión menos vergonzoso. Mientras tanto los trabajadores, temerosos de perder las conquistas sociales obtenidas y considerando injusta la detención del único que había velado por sus intereses en décadas de explotación y miseria, comienzan a organizarse para reclamar por su líder. Perón desde la isla, a través de correspondencia con militares allegados, también colabora para llevar a cabo lo que sucederá ese miércoles 17 de octubre.
El gobierno decretó que el 12 de octubre había sido feriado sin goce de sueldo. Cuando los trabajadores fueron a cobrar la quincena y vieron que les habían descontado ese día, tuvieron la certeza de que si no hacían algo al respecto, iban a terminar perdiendo todas las conquistas de los últimos dos años. La noche del martes 16 la CGT decretó una huelga general para el día 18.
La madrugada del miércoles 17 de octubre Perón es llevado al Hospital Militar Central luego de alegar problemas de salud. Bien temprano esa misma mañana algunos obreros deciden no entrar a trabajar, juntarse y convocar a otros a hacer lo mismo. Desde distintas fábricas y talleres de barrios de capital y el Gran Buenos Aires marchan hacia la Plaza de Mayo. Más de la mitad de los manifestantes provenían de la zona sur, sobre todo de los frigoríficos de Berisso y fábricas de Avellaneda, que incluso cuando levantaron el Puente Pueyrredón para que no pasaran, algunos cruzaron el Riachielo en balsas o nadando. Las columnas se van acercando a la Plaza sin oposición policial, que estaba a favor de la liberación de Perón. Cuando cae la tarde se calcula que hay entre 200 y 300 mil personas exigiendo ver y oir a su líder. No le quedó otro remedio al gobierno que acceder a la petición del pueblo.
Es así como a las once de la noche Perón da un recordado discurso desde la Casa Rosada. Un discurso que él mismo calificó como el mejor, en el cual agradece el afecto recibido, reivindica los derechos de los trabajadores prometiendo continuar con su defensa, pide que haya una desconcentración pacífica y fortalece su liderazgo con vistas a la campaña electoral.
Ese día marcó un antes y un después en la historia argentina. Como señaló Arturo Jauretche: "El país ya era otro país y no quisieron entenderlo. La nueva realidad no cabía ni en el sindicalismo, ni en los partidos políticos preexistentes... El 17 de octubre, más que representar la victoria de una clase, es la presencia del nuevo país con su vanguardia más combatiente y que más pronto tomó contacto con la realidad propia... Lo viejo no comprendía al país nuevo, tampoco se dio cuenta de que ya no podía representar la dirección del país y mientras discutía sus rivalidades, el nuevo actor tomó posesión del escenario." Ese "nuevo actor" de 1945 sigue en escena luchando contra el avance neoliberal actual y es de esperar que vuelva a ser el protagonista de la obra de nuestro país.
Los días siguientes se suceden varias reuniones entre las distintas facciones de las fuerzas armadas y también representantes de los partidos políticos, con la intención de ver cómo frenar el malestar que ya se estaba gestando en gran parte de la población y cómo llegar de la mejor manera a las elecciones. La Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista coincidían en dejar el gobierno en manos de la Corte Suprema de Justicia, renegando de Perón y la dictadura militar. Pero por otro lado, las fuerzas armadas no querían dejar el gobierno en manos de la oligarquía que representaba el poder judicial y deseaba un fin a su gestión menos vergonzoso. Mientras tanto los trabajadores, temerosos de perder las conquistas sociales obtenidas y considerando injusta la detención del único que había velado por sus intereses en décadas de explotación y miseria, comienzan a organizarse para reclamar por su líder. Perón desde la isla, a través de correspondencia con militares allegados, también colabora para llevar a cabo lo que sucederá ese miércoles 17 de octubre.
El gobierno decretó que el 12 de octubre había sido feriado sin goce de sueldo. Cuando los trabajadores fueron a cobrar la quincena y vieron que les habían descontado ese día, tuvieron la certeza de que si no hacían algo al respecto, iban a terminar perdiendo todas las conquistas de los últimos dos años. La noche del martes 16 la CGT decretó una huelga general para el día 18.
La madrugada del miércoles 17 de octubre Perón es llevado al Hospital Militar Central luego de alegar problemas de salud. Bien temprano esa misma mañana algunos obreros deciden no entrar a trabajar, juntarse y convocar a otros a hacer lo mismo. Desde distintas fábricas y talleres de barrios de capital y el Gran Buenos Aires marchan hacia la Plaza de Mayo. Más de la mitad de los manifestantes provenían de la zona sur, sobre todo de los frigoríficos de Berisso y fábricas de Avellaneda, que incluso cuando levantaron el Puente Pueyrredón para que no pasaran, algunos cruzaron el Riachielo en balsas o nadando. Las columnas se van acercando a la Plaza sin oposición policial, que estaba a favor de la liberación de Perón. Cuando cae la tarde se calcula que hay entre 200 y 300 mil personas exigiendo ver y oir a su líder. No le quedó otro remedio al gobierno que acceder a la petición del pueblo.
Es así como a las once de la noche Perón da un recordado discurso desde la Casa Rosada. Un discurso que él mismo calificó como el mejor, en el cual agradece el afecto recibido, reivindica los derechos de los trabajadores prometiendo continuar con su defensa, pide que haya una desconcentración pacífica y fortalece su liderazgo con vistas a la campaña electoral.
Ese día marcó un antes y un después en la historia argentina. Como señaló Arturo Jauretche: "El país ya era otro país y no quisieron entenderlo. La nueva realidad no cabía ni en el sindicalismo, ni en los partidos políticos preexistentes... El 17 de octubre, más que representar la victoria de una clase, es la presencia del nuevo país con su vanguardia más combatiente y que más pronto tomó contacto con la realidad propia... Lo viejo no comprendía al país nuevo, tampoco se dio cuenta de que ya no podía representar la dirección del país y mientras discutía sus rivalidades, el nuevo actor tomó posesión del escenario." Ese "nuevo actor" de 1945 sigue en escena luchando contra el avance neoliberal actual y es de esperar que vuelva a ser el protagonista de la obra de nuestro país.
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